martes, 23 de febrero de 2010

IDIOTINCRACIA PERUANA

Por: PIÉROLA

Después de escabullirse entre un Bolbague y un vendedor ambulante para alcanzar el ámbar, Johan Augusto Rojas Perla toca agradecidamente la imagen de la Saracha, patrona de la policía y de los prófugos, que descansa en paz entre un perrito cefalomoviente y un estiquer con la figura de Piolín meando descaradamente contra una pared.
 
Cuando ya acabó de balbucear unas explicaciones sobre el funcionamiento del cigüeñal y la virilidad que te otorga el saber tocar correctamente la bocina; me comenta de lo sinvergüenza que es esa rata del alcalde Luís Castañeda Losio por exigirles a ellos, los taxistas, que inscriban sus vehículos en la municipalidad, para así tener la insolencia de cobrarles impuestos - ¿y ya que queda pa las chelitas del domingo? – eso pasa porque en este país no se puede progresar, porque todos los alcaldes y regidores se aprovechan de su poder para cobrarle los impuestos a los taxistas no registrados o a los vendedores de libros piratas.

Es por eso que Johan Augusto Rojas Perla, con ganas de largarse y harto de este país de gente abusiva, ha sacado una cita para el próximo lunes en la embajada gringa, a la que asistirá con su clásico polo de “I love New York” y su gorra de marca Apache, que irradia orgullosamente los colores de la bandera roja, blanca y azul (dell país América), para así hacer una cola de dos horas y media junto a docientastreinta personas vestidas de la misma forma que él, y recién entonces poder entrar a la sala de control donde un blancón agringado lo mirará con cara de desprecio y le dará la orden de poner las manos contra la pared, para poder ser revisado (para su propia seguridad).
 
Al ingresar al bunker por la puerta cuatro, es destinado a hacer otra cola, al final de la cual recibirá un ticket con el código k- 231 el cual lo alegrará, ya que sólo faltan cuatro letras para que llegue a la suya. Finalmente tendrá el privilegio de entrevistarse con un gringo que le hará preguntas en ingles refugiado detrás de una ventanilla blindada, para la seguridad de Johan Augusto Rojas Perla, a quien no se le otorgará la visa por no contar con los documentos B-5, B-8 e incluso tampoco el J-12, pero él sabe que en realidad no es por eso, y se arrepiente de no haberse puesto su prendedor de la estatua de la libertad, que guarda con cuidado en la guantera de su taxi aún no inscrito.

De la misma manera, Héctor Manchego Gamboa, siente desprecio hacia este país tan sucio, es por eso que escupe en la vereda del chifa y chicharronería “Palacios y Hnos.” en la cuadra 3 de la avenida Roosvelt del Zapallal. Héctor asegura que la calle esta sucia porque en este país nadie hace nada. Es entonces cuando su atención es atraída repentinamente hacia el kiosco del costado, por la imagen de una calata ojiverde fotografiada para el periódico “el men”, el cual tiene impreso con letras de colores “en este país nadie hace nada” junto a un anuncio de un curandero norteño, diestro en todo lo que es amarres y en la técnica del pase del cuy.
 
Al llegar a su casa, Héctor saluda a su costilla con un beso con aroma a tamarindo y su apretón más. Su germa, profesora del colegio Antenor Orrego, a quien le dicen la “pituca” porque estuvo en enero en Paterson - Miami, le cuenta a él como a todos sus alúmnos, que allá todo es mejor, que todo es mas limpio y ordenado y que a todos sus primos les va bien menos al Oscar, a quien no pudo ver, porque se encontraba en la comisaría de kissime, ya que había sido detenido violentamente por irse de un restaurante sin pagar una pizza de cuatro dólares.
 
Marita Roca Rey y Rey de Castro chapa en el sillón de su casa con su enamorado Alonso, alias “el Wiro”, que no solo corre olas sino que también la ha ido a recoger hoy día del colegio San Silvestre en su carro Subaru Impresa. Hoy cumplen un mes y Marita le ha comprado una camiseta del equipo argentino de fútbol, porque sabe que si hay algo que le gusta a su Wirito es todo lo que venga de argentina (hecho entendible ya que su bisabuelo era hijo de argentinos); desde el acento hasta su ídolo Diego Armando Maradona, del que escribió hace poco un trabajo para la universidad, después de pedirle permiso al profesor, ya que consideraba que Miguel Grau o Cesar Valle jo eran figuras que no cumplían con los requisitos necesarios para llegar a ser “una persona a quien admiras, no más de 350 palabras ni menos de 280”.

Alonso y Marita piensan irse a vivir a los Estados Unidos, ni bien acaben sus estudios, y convertirse en americanos (no del continente sino del país América) porque consideran que en el Perú hay mucho cholo y además no se puede progresar, es por eso que Alonso resignado a la imposibilidad de salir adelante prefiere ir con sus patas a jugar Winning Eleven, su juego preferido de play station, en vez de estudiar para su examen de historia del Perú, curso que considera inútil para su carrera de comunicador.
Por otro lado, Marita si tiene buenas notas; ella es experta en el arte del paporreteo, y eso es lo que ha hecho con el libro que entra en el examen de mañana, que se trata sobre los grandes problemas en el Perú, libro citado por su profesora repetidas veces en el transcurso del ciclo y escrito por el autor chileno Fermín Pinillas.
 
Antes de escabullirse entre un Volkswagen y un transeúnte, Gastón Rigotti para en la luz ámbar de la calle mitre con Belgrano en Buenos aires – Argentina, para darle paso a una mina, y tocando la cinta blanquiceleste, colgada del espejo retrovisor, y bendiciéndola por haber nacido en argentina me cuenta como acá no se escupe porque todo está limpio.
 
Es entonces cuando me doy cuenta del verdadero y único problema del Perú; la gente escupe porque escucha diariamente que todo esta sucio y como todo esta sucio no pasa nada si se escupe, la gente roba porque todos roban igual y no pasa nada si alguien es más vivo y roba algo, la gente no progresa porque escucha diariamente que en el Perú no se puede progresar, y se tira para atrás sin haber empezado, todos se quieren ir del país porque escuchan diariamente cosas negativas del Perú en los medios de comunicación, que no hacen otra cosa que implantarnos modelos y estereotipos extranjeros.
 
Hay tantas cosas por las cuales sentirnos orgullosos de haber nacido en el país de los incas, de Macchu Picchu y de gente triunfadora y valiente; pero no nos percatamos y terminamos lamentándonos por la ausencia de Lady Di o llorando al ver el partido de despedida de Diego Armando Maradona desde nuestras casas en Lima, y nadie llora por la ausencia de Maria Elena Mollano ni cuelga cintas de colores blanquirojas del espejo del carro. Es hora de guardar el disco de los Rolling Stones y poner algo de Felipe Pinglo, tomarnos unas copas de pisco y agradecer, saboreando un suspiro a la limeña, el inmenso placer de haber nacido en el Perú.

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